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La hoguera ideológica del terrorismo

Por: Mauricio J. Campos*

I. A través de la historia han proliferado las insurgencias, revueltas, disidencias, ataques llevados a cabo por individuos aislados, escaramuzas o atentados masivos, sabotajes o extensos conflictos sostenidos por años por diversos gobiernos contra grupos organizados y bien pertrechados, ya sea con pistolas, fusiles, explosivos o hasta cuchillos: las guerrillas locales y grupos terroristas han actuado desde antaño contra dichos gobiernos, personas y bienes hasta bien entrado el siglo XX, constituyéndose la actual oleada terrorista del integrismo islámico en la mayor amenaza global, con su variante más temible: el atentado suicida.  

Ya en la antigüedad existían grupos insurgentes como los zelotes: nacionalistas, sectarios y fanáticos religiosos. Hay semejanza con los actuales grupos integristas islámicos y su yihad. Por ejemplo, ISIS, el cual hace uso del asesinato indiscriminado incluso hacia el interior de su comunidad y la población musulmana que no adhiere a ellos. En ocasiones se les ha considerado en forma equívoca como grupos de resistencia armada y no como terroristas, pero la diferencia radica en el modus operandi. Cuando los disidentes se vuelcan al uso de armas y otros medios de destrucción para combatir al Estado o estamentos gubernamentales, y a la vez provocan daños en la población civil o intentan someterlos a su propia causa, más allá de los regímenes despóticos a los que se oponen y enfrentan, se incurre en terrorismo.

Los grupos insurgentes y desestabilizadores eran duramente reprimidos. En los imperios mesopotámicos (y luego Roma) eran perseguidos y aniquilados a través de campañas militares y con técnicas que buscaban expulsar y erradicar a los sediciosos, adoptando la forma y metodología de lo que hoy se conoce como terrorismo de Estado.

En el siglo XI d.C. (1090-1275) surge dentro del propio Islam chií la secta de los Asesinos, cuyos miembros se dedicaban a los asesinatos políticos y religiosos cumpliendo con obediencia ciega su cometido. Con base en Persia y distintas fortalezas, en el apogeo de su poder se expandieron a Siria y toda la región, tejiendo una red de castillos inexpugnables. Fueron destruidos por la invasión de los mongoles. Mataban por encargo de cualquier facción que les pudiera pagar y consumían drogas como el hachís para estimular su éxtasis religioso y espíritu combativo, convencidos de que existía para ellos un paraíso si morían en el transcurso de su misión. Los mismos musulmanes los consideraban herejes peligrosos y temibles, al igual que los cruzados. Aquí se puede ver más de un punto de coincidencia con los sicarios (de “sica”, espada corta o daga) de la secta judía de los zelotes y aún más, con el mundo actual, no solo por el uso de las drogas, la “taqiyya” u ocultamiento de su identidad y el adiestramiento al que eran sometidos utilizando técnicas de lavado de cerebro como vehículo para ejecutar actos de autosacrificio suicida en consecución de sus objetivos, sino también en la metodología mercenaria utilizada también hoy por los carteles del narcoterrorismo y bandas criminales.

Cualquier medio ha sido válido a través de la historia para subvertir el orden establecido y causar daño. Los venenos fueron utilizados de distintas formas y en todas las épocas para el asesinato y/o para emponzoñar las armas, así como los cuerpos lanzados en catapultas hacia el interior de las fortalezas y castillos de la Edad Media actuaron como armas biológicas para llevar la peste a los sitiados. Bin Laden alentaba la adquisición de armas químicas y nucleares como un deber religioso de todo musulmán.

II. Desde finales del siglo XIX se han sucedido varias oleadas de terrorismo, aunque se han diversificado los tipos debido a los nuevos actores y conflictos:

1. La oleada anarquista. Surgió en Rusia hacia fines del siglo XIX en la época despótica de los zares y se extendió rápidamente por toda Europa, Asia y América, siendo una ideología a la que adherían en un gran porcentaje las masas de inmigrantes y cuya acción propagandística destacaba por el uso del telégrafo y los periódicos. 2. La oleada anticolonialista. Surgió después de la primera Guerra Mundial, hacia 1920. Destaca en aquella época el Ejército Republicano Irlandés o IRA fundado por Michael Collins, y ya en la décadas de 1940-1950, la guerrilla liderada por Ho Chi Minh y surgida de la alianza entre comunistas y nacionalistas en el contexto de la guerra de Indochina con el objetivo de independizarse de Francia. 3. La oleada independentista de extrema izquierda, etno-nacionalista o separatista. Surgió en las décadas de 1960 y 1970. Aquí se encuadran las diversas guerrillas latinoamericanas, grupos como la O.L.P. (1964) o Septiembre Negro (1970) en Medio Oriente y, ya en Europa, E.T.A. o “País Vasco y Libertad” (1958-2018) y las Brigadas Rojas italianas (1969-1987). 4. La oleada integrista religiosa de la cual el yihadismo es su peor exponente, sobre todo en la evolucionada variante del ataque suicida. Puede situarse la ascendencia de esta tipología terrorista en el surgimiento de la O.L.P. u Organización para la Liberación de Palestina, creada por Yassir Arafat en 1948 como reacción al nacimiento del Estado de Israel. Una época caracterizada luego por el secuestro de aviones y/o  destinada a captar la atención pública y forzar decisiones políticas de los gobiernos.

III. Desde fines del siglo XX se asiste a un retorno del fundamentalismo monoteísta, cuyo punto de inflexión puede situarse en la Guerra de los Seis Días (1967), donde los grupos ortodoxos judíos acentúan su influencia y poder en Israel, luego de su victoria contra la coalición árabe. Esta fuerza de derecha, vinculada al nacionalismo conservador y sionista (partido Likut) ha dominado la escena política israelí en las últimas décadas, desplazando al Laborismo como exponente del Estado laico. Pero el terrorismo sionista operó durante el Mandato Británico en Palestina (1920-1948), zona de la que fue despojado el Imperio Otomano luego de su derrota en la I Guerra Mundial y que ocupaba los actuales territorios de Jordania, Israel y Palestina. Esta aplastante victoria contra la coalición liderada por la República Árabe Unida (Egipto), Jordania, Irak y Siria, le aseguró a Israel la posesión de la Franja de Gaza (cedida al control de la Autoridad Nacional Palestina en 2005), la Península de Sinaí, los Altos del Golán, Cisjordania y la parte Este de Jerusalén (incluida la Ciudad Vieja y los restos del Templo), ratificándolo en su doctrina de pueblo elegido por Yahveh. Como respuesta a este estatus de potencia ocupante se intensificó el nacionalismo palestino con la OLP y Fatah dentro del contexto de tensión de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética y su intervencionismo en la región. Por los Acuerdos de Camp David (1978) y el Tratado de Paz egipcio-israelí (1979), Sinaí es devuelto a Egipto en 1982. Pero la derrota árabe significó la pérdida de popularidad de Nasser que, junto al Partido Baaz (fuerte en Siria e Irak), son vistos como una amenaza secularizadora y provocan la reacción del Islam político que vendrá de la mano de los Hermanos Musulmanes.

IV. Con los años, y en una incesante escalada de violencia se produjeron hechos significativos como sucesivas guerras (Yom Kipur, en 1973), el secuestro y asesinato de los atletas israelíes en las Olimpíadas de Munich en 1972 (y su contraparte, la caza a los miembros de Septiembre Negro), hasta desembocar en el peor atentado ocurrido hasta la fecha, es decir, el ataque a las llamadas Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en 2001, ejecutado por órdenes de Osama Bin Laden, líder de la red Al-Qaeda nacida en Afganistán en 1989. En ese lapso se producen la Revolución Islámica en Irán con la instauración de un gobierno teocrático bajo el liderazgo del Ayatolá Jomeini (1979-1989), así como la invasión soviética de Afganistán (1978-1992) y las guerras Irán-Irak (1980-1988) y del Golfo (1990-1991).

Superada la conflictiva década de 1990, las crisis del Golfo Pérsico y el ataque del 11-S, se intensifica la guerra global contra el terrorismo (doctrina preventiva). Iniciada la invasión de Afganistán por Estados Unidos y la nueva guerra contra Saddan Hussein en 2003, surgirá la resistencia a la invasión (a través de los talibanes, vueltos al poder en 2021), y a partir del grupo Al-Qaeda en Irak liderado por el jordano Al Zarqawi, profundizando en el desarrollo de los conflictos asimétricos.

En 2010 se produjo la “Primavera Árabe” (Irán, Egipto, Libia, Túnez, Siria y otros países de la región), motivada por múltiples causas (vinculadas a los regímenes de gobierno, las libertades civiles y la mejora en la calidad de vida), y donde las redes sociales jugaron un rol crucial como instrumento de protesta. En 2011, Bin Laden es ejecutado en Pakistán por un grupo de tareas de los Estados Unidos. Con los años, en 2013, y separado de Al-Qaeda y su nuevo líder Al-Zawahiri por cuestiones ideológicas, surge el Estado Islámico (EI), ISIS o Daesh, bajo el mando de Al-Bagdadi (muerto en 2019), autoproclamado Califa (cuyo significado en árabe es “el que guía”), que obtiene la lealtad de, entre otras organizaciones, la temible Boko Haram que opera en Nigeria, Camerún y Chad. El escenario de la guerra civil siria (y otros países vulnerables) fue propicio para la intervención de diversos grupos terroristas como el Frente Al-Nusra (franquicia de Al-Qaeda), Hezbolá (chií, con base en Líbano y apoyo de Irán), el PKK (kurdo), y para la expansión territorial del Estado Islámico, actuando en una amplia diversidad de frentes para desmoralizar y desgastar al enemigo, confrontando a través de una guerra de guerrillas y ejerciendo el control de zonas o territorios para establecer un nuevo Califato bajo la ley de la Sharia. A raíz de sus recientes derrotas militares en Siria e Irak, puede decirse que hay un nuevo cambio de estrategia por parte del Estado Islámico, adoptando un modelo de terrorismo urbano de bajo costo o “low cost”, planteando el desarrollo de una nueva fase de la yihad que implica el diseño, planificación y ejecución del acto terrorista por individuos solitarios y pequeños grupos autónomos (o células) según sus propias capacidades, sin conexión entre ellos y desvinculados de liderazgos jerárquicos. Estas ideas suponen una mayor flexibilización de su modus operandi y de sus pautas de organización y actuación. Una nueva etapa signada por el acceso a la cultura digital y la captación masiva de adeptos, la multiplicidad (y transnacionalización) de objetivos en distintos frentes, aún entre su propia población, y lo impredecible del terrorismo suicida en ascenso (mayor letalidad y extrema violencia), obligando con esto a los gobiernos que los combaten a redefinir y priorizar sus políticas de defensa, prevención hacia el interior de sus propias fronteras e intervencionismo armado.

Hay una ausencia de estructuras rígidas en estas redes que las vuelven más fácilmente manejables, con el agravante de estar unidas por sistemas informáticos y de telecomunicaciones, de los cuales son especialistas. A través de Internet (y su carácter viral), se puede acceder a las publicaciones y servicios de propaganda de estos grupos, incluso a manuales sobre cómo fabricar distintos tipos de artefactos de variada peligrosidad o aprender tácticas de ataque. Los candidatos a ser captados para su radicalización pueden introducirse en la Deep Web y, más aún, en la Dark Net o red oscura, que les proporciona privacidad y anonimato y donde está asegurado el secreto de la información que transmiten (la antigua “taquiyya”). Distintos medios de comunicación, webs, foros de discusión y perfiles en redes sociales como Youtube, Facebook, Twitter, Telegram o hasta el chat de las consolas de videojuegos son ejemplos de herramientas útiles para estos grupos, así como la producción de cuidados documentales de muy alta calidad técnica sobre propaganda militar y ejecuciones.

La creación del llamado Cibercalifato, un grupo de crackers afines a la causa del Estado Islámico, ha permitido potenciar las principales actividades de las organizaciones terroristas (captación, reclutamiento, adoctrinamiento, adiestramiento, formación o financiación), así como el uso del malware y otras herramientas, con la posibilidad de realizar ataques más complejos a bancos (actividades y operaciones financieras), empresas, gobiernos (sistemas electorales), medios de comunicación, los sistemas que proveen de electricidad, agua, controlan el tráfico, las centrales nucleares y hasta hospitales, es decir, las actualmente llamadas infraestructuras críticas.

V. Actualmente, ISIS y Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), han crecido ostensiblemente en África, llegando a la cifra de varios miles de combatientes y disputándose amplias franjas territoriales, siendo el continente africano una de las zonas más atacadas luego de países como Afganistán y los ya mencionados Siria e Irak, y con mayor número de víctimas que Europa. Sus tácticas son muy violentas y sus actividades abarcan más de una docena de países. Al-Qaeda cuenta con presencia en diversas regiones del mundo con más de veinte grupos, en Yemen (su actual base de operaciones), Egipto, Somalia, Mali y parte de Argelia, así como en Afganistán (donde naciera impulsada por Osama Bin Laden), Pakistán, India, otros países de Asia y Rusia. América Latina ha sido copada por Hezbolá, grupo vinculado al crimen organizado y las narco-guerrillas y con amplia difusión ideológica.

También preocupa el proceso de radicalización a partir de las diversas escuelas coránicas, las mezquitas esparcidas en distintos países, los líderes yihadistas exiliados y las prisiones, los inmigrantes de segunda o tercera generación, y una de las mayores preocupaciones (quizá más ligada a los países europeos), la de los conversos o del terrorismo autóctono de origen interno con una radicalización independiente de la cultura parental y de la religión (con escasa vinculación al Islam y desconocimiento de los fundamentos del Corán), así como los excombatientes o “retornados” de las zonas de conflicto, aquellos que regresan a sus países con la posibilidad de atentar o reclutar, situación que se intenta evitar impidiendo que vuelvan u oscilando entre el endurecimiento de la legislación del tipo represivo y aquellas medidas de tipo estructural, como las de atacar las causas de la segregación.

*Experto en Contraterrorismo

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