Análisis internacionalPublicaciones

China y la revolución dentro de la revolución, el covid-19: un arma externa

La frustración y pánico entre la población pusieron en entredicho las medidas para el mantenimiento de la estabilidad de las autoridades PCCH[1]. Había transcurrido poco más de un mes desde el brote de un misterioso coronavirus en el país asiático, y ya se había cobrado más de 360 muertes.

Desde finales de diciembre, el vasto PCCH se movilizó para contener la epidemia, tras diversos discursos de su máximo líder, el presidente Xi Jingping. No obstante, al mismo tiempo, la frustración y pánico entre la población han puesto en entredicho las medidas para el mantenimiento de la estabilidad de las autoridades, hasta el punto de que ni la maquinaria estatal ha podido frenar en su totalidad las opiniones adversas.

Una de las consecuencias de esta enorme crisis de salud pública es la brecha clara que se ha creado entre el gobierno y la sociedad, planteando un gran desafío al férreo régimen chino.

Durante las primeras semanas del brote, el descuido y la falta de acción de las autoridades fueron algunas de las grandes quejas de la población. Durante ese período, se pusieron en evidencia varias contradicciones sobre cómo el PCCH estaba gestionando la crisis sanitaria.

La Comisión de Salud de Wuhan reveló que se había registrado una «neumonía desconocida» a finales de diciembre. Pero hasta que Xi Jin ping no emitió sus directrices sobre cómo abordar el problema el 20 de enero, ni el gobierno central de Pekín ni los gobiernos de la provincia de Hubei y la ciudad de Wuhan en el centro de la epidemia, comunicaron ni adoptaron ninguna medida al respecto, el aspecto monolítico del régimen Chino impide cualquier tipo de actuación.

Wang Guangfa, uno de los prominentes expertos en enfermedades respiratorias enviados por el gobierno a Wuhan, había resaltado en una entrevista con los medios, que la epidemia era «prevenible y controlable», palabras que a partir de entonces se convirtieron en la tónica entre la opinión pública.

El 20 de enero, Xi Jin ping instruyó que «se debe prestar gran atención y se deben hacer grandes esfuerzos para prevenir y controlar la enfermedad»[2]. Solo entonces empezó a conocerse gradualmente la epidemia.

Entre el 31 de diciembre y el 17 de enero, el número de casos confirmados en China subió de 27 a 62, pero del 20 de enero en adelante se disparó hasta los miles de casos. Desde entonces, Xi Jin ping ha abordado el tema de la epidemia en continuas ocasiones.

El presidente anunció el establecimiento de un Grupo de Liderazgo del Partido Comunista contra el brote y aseguró al presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, que él estaba personalmente al frente y en control de la situación.

Aunque Inmediatamente después del brote del nuevo coronavirus, que causa la enfermedad que ahora se conoce como COVID-19, los pasos en falso que dieron los líderes chinos afectaron la posición global de su país. Al virus se lo detectó por primera vez en noviembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, pero las autoridades no lo revelaron durante meses, e incluso castigaron a los médicos que lo informaron por primera vez, desperdiciando un tiempo precioso y demorando al menos cinco semanas las medidas que educarían al público, detendrían los viajes y permitirían pruebas generalizadas.

Incluso cuando irrumpió la crisis a gran escala, Beijing controló estrictamente la información, rechazó la asistencia de los CDC[1] y limitó los viajes de la Organización Mundial de la Salud a Wuhan; probablemente contabilizó las infecciones y muertes, y alteró repetidamente los criterios para registrar nuevos casos del COVID-19, tal vez en un esfuerzo deliberado para manipular el número oficial de casos. Hoy las autoridades chinas se han visto redimidas, ya que el accionar rápido y secreto les permitió al menos frenar el nivel de contagio y reposicionarse ante el mundo. Colaboran hoy con España e Italia, los países europeos más afectados por enfermedad.

Podemos observar en las características señaladas a continuación que las condiciones geopolíticas de Hubei y de la misma Wuhan son un verdadero laboratorio geoestratégico para desde allí diseminar esta o cualquier otra acción, en el marco de una eventual y/o hipotética guerra comercial con medios bacteriológicos.

  1. Wuhan tiene una población de más de 11 millones de personas, según cifras del gobierno.
  2. La metrópolis en el marco estratégico de desarrollo ha desempeñado un papel importante en el plan del gobierno para rejuvenecer la región central de la nación durante más de una década. La ciudad está ubicada sobre el río Yangtze y abarca 8.494 kilómetros cuadrados.
  3. El aeropuerto de Wuhan ofrece vuelos regulares sin escalas a 109 destinos en 20 países, según datos del sitio web de aviación Flightconnections.com[5].
  4.  El número de pasajeros del aeropuerto en 2018 superó los 24 millones y se esperaba que llegara a 29 millones en 2019.
  5. Además de las redes ferroviarias convencionales, Wuhan es una de las paradas en dos de las principales líneas ferroviarias de alta velocidad.
  6. También es el hogar de uno de los cuatro principales centros de mantenimiento de trenes en el país.

En conclusión, según la BBC el poder político chino se vio jaqueado, pero indiscutidamente por el material reunido y analizado no fue en diciembre el momento de inicio de la epidemia, sino que el PCCH[1]  mantuvieron en silencio y secreto el momento de inicio.  

Podemos pensar que este retardo fue una acción artera dentro de la guerra comercial desarrollada contra EEUU[6], enfocándose en combatir y en generar los recursos para la batalla. Eso les llevo al menos entre 5 y 10 semanas. Trabajaron como siempre, con premura y sin pausa, en tratar de conseguir la cura. Además trabajaron en la planificación de acción sanitaria y epidemiológica; entre otras cosas, en la infraestructura sanitaria, como ha sido de público conocimiento, la cual llevó a la construcción en tiempo récord de hospitales con redes de electricidad, cloacas, agua, etc… mostrándole al reloj del sistema capitalista, al mundo occidental,  lo eficaz del Sistema Chino, demostrando la ejemplaridad y eficacia del poder comunista.

China transformó lo que podía ser el principio del fin del sistema comunista, en un hecho de fortaleza. Cuando las cosas se salen de carriles o cauces normales, no es con asambleas ni reuniones de legisladores de parlamentos lo que asegura el éxito, y mucho menos el derrame del mercado.  De todos modos, esto es un final abierto. 

Este resultado será definitivo tal vez en un buen escenario dentro de los próximos 26 meses. Los procesos en oriente se miden en centurias, ellos medirán los resultados dentro de cien años y los cotejarán con crisis similares pasadas y futuras. No creo que se pueda augurar el fin del PCCH porque un porcentaje ínfimo se haya enfermado, en proporción con la cantidad de habitantes del gigante; no es un problema para los orientales sino para occidente. No es aún el tiempo de la revolución de la revolución. 


[1] Abreviatura, Partido Comunista Chino.

[2] http://revistadefrente.cl/author/dfinternacional/. 21 de Marzo de 2020.-

[3] CDC. Centro de Colaboración de la OMS (organización Mundial de la Salud)

[4]https://www.flightconnections.com/es 

[5] Yun Sheng https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51361762  Servicio Chino de la BBC

[6] Martine Bulard https://mondiplo.com/china-estados-unidos-donde-se-detendra-la LEMONDE DIPLOMATIQUE octubre 2018 Le monde


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.