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FRANCISCO Y EL LLAMADO A LA RECONSTRUCCION SOCIAL

Por: Marianna A. Crudi

Es frente a la realidad de los últimos tiempos en que este ensayo se ha inspirado. Intentando cruzar algunas características de la región latinoamericana con los aportes provistos por el Papa Francisco I, primer Papa jesuita, primero del hemisferio sur y del continente americano. Quien muy fácilmente criticable, pero que desde su simpleza y humildad, ha puesto en agenda temas sensibles como la justicia social, la pobreza y el medioambiente, desde un enfoque misericordioso, inclusivo y solidario. Es por todo ésto que la delgada línea entre la religión y la política se ha tocado en más de una ocasión. Pero termina siendo claro que era necesario tener un referente, que desde un nivel tan alto de autoridad, pero con características de un noble servidor de la fe, pudiera poner sobre la mesa temas comunes. Una agenda que afecta a todos, en mayor o menor medida, y que no sólo incluye tópicos importantes para las generaciones actuales, sino también para las venideras. Un Papa que pudiera aprovechar la institución en pos de todos. Que respetando los valores del cristianismo, pudiera dar un paso más allá y demostrar que se puede representar a Dios en la Tierra pero también ser abierto al amor en todas sus formas, un militante defensor de la naturaleza y de la creencia que todos tenemos un rol que cumplir en este mundo.

Ahora sí.

Al hablar de Latinoamérica, residiendo allí, la idea de hermandad latinoamericana o hermanos latinos, suena familiar. Y en gran parte es un concepto creado para la unión. Porque sintetizar muchas realidades bajo estas dos palabras, permite generar lazos, por empatía, semejanza o conveniencia, de países y de poblaciones que se enfrentan, en mayor o menor medida, a los mismos desafíos.

La desigualdad estructural, la pobreza, la marginalidad de algunos sectores, las migraciones, la corrupción política y judicial, la criminalidad organizada y la violencia, son algunas de las características de esta región. Que no sólo son propias de América Latina, sino que también responden a mega tendencias o variables globales como la reducción del natalidad, el desperdicio de alimentos, el desempleo, la falta de acceso a la educación de calidad, la contaminación y degradación ambiental, la innovación tecnológica y la deuda externa, entre otros mencionados por el Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común.1

La población de América Latina y el Caribe para el año 2023 se estratificaba en torno a tres grupos. Un 24,6% de la población que se encontraba bajo la línea de pobreza (personas que viven con menos de USD$6,85 al día), un 21,5% de la población categorizadas como personas vulnerables, es decir, en riesgo de caer en la pobreza; y una clase media del 41,1%.2

1 Carta encíclica “Laudato si” del Santo Padre, Francisco I. Roma. 24 de mayo del 2015. https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html#_ftn1

Sin ir más lejos, el Banco Mundial identificó que las personas pobres en esta región suelen ser más jóvenes, tener niveles educativos más bajos y en general por vivir en áreas rurales. Las dos últimas variables, además, se conectan si pensamos en términos de desarrollo local y globalización.

En un mundo globalizado, la conectividad es un factor determinante. Estás dentro o fuera del sistema. Si estás dentro tenés que ser lo suficientemente competente para sobresalir y si estás fuera, estás marginado. Si además de no ser parte de esta red global, las necesidades básicas no están satisfechas, no sólo la inserción social es compleja, sino que además la movilidad social ascendente se vuelve aún más.

Definitivamente los gobiernos tienen un desafío allí que es el más difícil de todos. No es la inclusión, es proteger la vida. No sólo es firmar acuerdos de compromisos globales, es llevar a cabo acciones que nos permitan avanzar en la consecución de esos objetivos. (Nos, porque se trata del desarrollo de las naciones en su conjunto con todos aquellos actores que deben involucrarse)

En este sentido, el Papa Francisco señalaba que […] Nadie puede pelear la vida aisladamente. (…) Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante.3

Francisco fue, a su manera, un lider reformista. Entendió que la idea de comunidad tenía que incluir a aquellos que incluso no comulgaban con el catolicismo, así como también a los sectores más marginados, no sólo por los factores estructurales mencionados previamente, sino también a aquellos que por elección y/o razones de persecución, racismo, xenofobia o violencia, habían decidido dejar sus países de origen. Su postura hacia los migrantes y las periferias volvió a poner sobre el centro de la escena la esencia del cristianismo y su obligación para con los pobres.

Actualmente, la región vive un fenómeno particularmente doloroso: el éxodo masivo de venezolanos que, según cifras de la ONU, supera los 7 millones de personas. Esto no sólo refleja el colapso político, económico y social de un país, sino también la falta de respuestas colectivas de los Estados vecinos. El Papa Francisco ha insistido en el deber de acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes, recordando que no se trata de cifras, sino de rostros concretos, familias enteras que buscan sobrevivir. La indiferencia regional frente a esta crisis es otra evidencia de una fraternidad aún por construirse.

2 World Bank. Tendencias Recientes de Pobreza y Desigualdad América Latina y el Caribe : Octubre 2024 (Spanish). Washington, D.C.: World Bank Group. http://documents.worldbank.org/curated/en/099101724185031291

3 Discurso del Santo Padre en el Encuentro Ecuménico e Interreligioso con los jóvenes. Centro Pastoral, Skopie. 7 de mayo del 2019. https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2019/may/documents/papa-francesco_20190507_macedoniadelnord-giovani.html

En línea con el caso anterior, más allá de hablar de la hermandad latinoamericana, las realidades locales muestran grupos sociales claramente diferenciados y con bajo sentido de comunidad. De común unión. Esto no significa que frente a situaciones de emergencia, como por ejemplo un desastre natural, la sociedad en general no se solidarice con los afectados. Pero sí es cierto que, por ejemplo, el sentido de voluntariado o donaciones a organizaciones sin fines de lucro, espacios donde el otro es más importante que el yo, o donde yo aporto para que otro tenga lo que le falta, no es tan común como lo es en otros países. En otras palabras, las diferencias entre sectores suelen ser marcadas y la fraternidad escasea.

Si quisiéramos hacer un pequeño paréntesis, la falta de fraternidad demostrada con el ejemplo de los migrantes venezolanos, se potencia frente a los intentos fallidos de integración, como por ejemplo el Mercosur o la Unasur, que no han logrado avanzar más allá de una zona de libre comercio. Es decir, aún cuando los países enfrentan realidades similares, unirse no se ha convertido en una solución, ni siquiera en un escalón para acercarse al fin de estar mejor.

Será entonces que cómo decía el Papa Benedicto XVI, ¿la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos?4 Porque a pesar que él se refería a la apertura de los países a la inversión extranjera y el libre mercado, parecería aplicable a otras esferas y no sólo la económica.

Claro está, en este punto, que por un lado la región necesita líderes que vean la realidad tal cual es. Que no tengan visiones sesgadas por creencias propias, partidarias o teóricas. Que puedan ser verdaderos líderes de una nación y no meros Jefes de Estado, como el Papa Francisco. Personas que irradien esperanza y amor. Y que traduzcan ésto en decisiones, políticas y programas, que favorezcan el crecimiento individual de las personas para que ellas, empoderadas, puedan construir su camino.

Pero una región como la que soñamos, un país que forme parte de ésta, no se construye únicamente poniendo a los gobiernos como responsables. Tiene que haber una sociedad que esté dispuesta a avanzar. Que desee ser independiente. Que entienda el valor de ser dueños de su propia vida.

En este sentido, el Papa Francisco resumía la importancia de las tres T: trabajo, tierra y techo. Techo como aquella casa, la familia y la pertenencia; Tierra vinculada al trabajo de hacerla fructificable; y Trabajo, lo más noble que tiene el hombre, imitar a Dios con sus manos creando.

4 Carta encíclica “Cartias in Veritate” del Sumo Pontífice, Benedicto XVI. Roma. 29 de junio del 2009. https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html

El desarrollo local, entonces, debería estar pensado desde las tres aristas. Una sociedad que a pesar de sus diferencias esté dispuesta a invertir sus esfuerzos individuales y colectivos para progresar, un sector privado que pueda ser motor y promotor de oportunidades y un sector público que garantice la satisfacción de necesidades básicas, educación y trabajo.

Si no se piensa el desarrollo como una responsabilidad compartida, de una comunidad, entonces cada uno estará mirando su propio metro cuadrado y el yo seguirá siendo más importante que el nosotros. Los objetivos comenzarán a desfigurarse hasta perder el sentido. Porque qué sentido tiene el desarrollo local si no es inclusivo y gratificante para todos.

Cuando antes se hacía mención del amor que debiera irradiar el lider a las comunidades, es porque éste se refiere a salir del aislamiento del propio yo para encaminarse hacia la otra persona, para construir una relación duradera. Es decir, requiere de una voluntad. Una intención de ambas partes de construir un vínculo fundado en la verdad, para perdurar en el tiempo, y dar consistencia a un camino en común.5

En pocas palabras, el desarrollo de las naciones latinoamericanas depende de la verdad. De ese amor duradero que gobiernos y sociedades puedan entablar entre sí. Del ideal de cooperación de trabajar juntos por un objetivo común. De la dignificación, valorización y potenciamiento de cada parte. De ayudar y contribuir desde donde cada uno es más capaz. De enseñar y entender que el crecimiento de uno es el crecimiento de todos. Que si uno gana, ganamos todos. Y que si uno sufre, aunque no parezca, sufrimos todos. Y es por ello, que todos necesitamos formación y herramientas para ser más grandes y mejores. Para poder luego, ser guías de otros que vienen después. Enseñando desde la experiencia y con historias de grandeza.

En conclusión, como dijo Francisco hace tan sólo un año atrás, en su última encíclica, en este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones. (…). Y así también, recuerda lo que enseña el Concilio Vaticano II, que tenemos todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra generación mejore.6

5 Carta encíclica “Lumen Fidei” del Sumo Pontífice, Francisco I. Roma. 29 de junio del 2013. https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20130629_enciclica-lumen-fidei.html

  6 Carta encíclica “Dilexti nos” del Santo Padre, Francisco I. Roma. 24 de octubre del 2024. https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/20241024-enciclica-dilexit-nos.html

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